Un viaje que se realizó con una reducida comitiva de jugadores. Solo 13 jugadores llegaron hasta la sede del partido en Quito, puesto que 4 tuvieron que quedarse en Santa Cruz de la Sierra por que sus nombres no figuraban en la lista para abordar el avión. No tenían los boletos.
Viajaron sin entrenador. El señor Óscar Garvizú no pudo viajar con los jugadores porque la dirigencia perdió sus documentos. Ya en Santa Cruz, además de los 4 jugadores, también se quedó el entrenador de arqueros, Fernando Vargas, quien tenía que reemplazar a Garvizú en Ecuador. Él tampoco tenía pasajes para viajar.
Así viajó Petrolero, con 13 jugadores y casi 10 dirigentes que nunca "se dieron cuenta", que era más importante la presencia de jugadores y el entrenador, que la suya. Un cierre vergonzoso de la participación chaqueña en al Conmebol Sudamericana.
El resultado es lo de menos, qué se podía exigir a un plantel que se encontró con tantas piedras en el camino a Quito. Lo vergonzoso es que esas trabas llegaron de su propio entorno.
Petrolero es último en la liga boliviana y se despidió con más pena que gloria, de la Copa Sudamericana.
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