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El comienzo paraguayo fue esperanzador, porque demostraron actitud, voluntad y ganas de quedarse con el partido.
Y a poco de arrancar el lance, Cristian Riveros con tiro cruzado abría el marcador para de alguna manera justificar con el resultado el trámite.
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Pero ahí terminó todo. Solamente diez minutos duró el espejismo, porque en ese minuto que se produjo el gol, a la vez se dio el despertar de Perú, que lejos de acusar impacto por el gol temprano se mostró más solidario entre sí y apostó a la embestida.
Amenazó un par de veces antes del descanso y al volver del mismo cumplió esas advertencias. Diego Barreto ya no pudo ser el héroe; antes del empate tapó con displicencia y un toque de fortuna un córner, tras el cual acusó los goles.
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Cristian Ramos, Edison Flores, Cristhian Cueva y para colmo Edgar Benítez en contra fueron los autores de las conquistas peruanas, que significaron un verdadero cachetazo a la Albirroja, que como nunca lució desnutrida y sin semblante. Inexplicablemente se perdió, extravió el libreto y quedó incluso expuesto a un papelón mayor que este.
Más análisis que el frío marcador no hay para hacer. Un resultado así, cuando las estadísticas son tan reveladoras a favor de uno deja sin la capacidad de decir algo, más que tragarse la bronca y desear que tras espectáculos así, las entradas sean devueltas.
Hoy
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