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domingo, 29 de mayo de 2016

LA GRAN CELEBRACIÓN DEL MADRID POR LA UNDÉCIMA OREJONA

El Bernabéu estaba configurado como La Meca. Un enorme cubo negro en el centro y multitudes alrededor. No es de extrañar lo del ISIS. Pensaban que estaban destruyendo occidente y a lo mejor encontraron que lo que les estaba creciendo era una peña merengue.



Ayer había sobre todo gente joven. Era un ambiente de disco-light, flipándolo –aunque se trate de una palabra seguramente vieja– con Justin Bieber y Rihanna de fondo


Incluso había su poquito de reggaeton, en una gran «ruptura» de tarima colectiva que reconciliaba al madridismo con esa música sensual y sandunguera. Con lo que le cuesta a otras instituciones implicar a la juventud, y qué fácilmente lo consiguen el fútbol y el Madrid. Además, son unos jóvenes imbuidos de historicidad: «1956, ¡eh!», «1957, ¡ah!».

Hay en el madridismo una libido como de coleccionista, y estos actos son el ritual de hacer hueco en la vitrina. Un corrimiento de vitrina multitudinario. Dar entrada a la nueva. «Ya está aquí la Undécimaaa». El Madrid tiene algo que no tienen los demás: le pone nombre, número, a la Copa que no tiene y así ya la siente suya. Es una forma de empezar a ganarla.

Había once globos para once Copas. A medida que aumentan, las representaciones de las Champions cambian de forma: eran las lunas de algún planeta raro.


El once tiene mala prensa cabalística. Se trataba de un número pecaminoso, que se sale de la decena. El 11 tiene algo de fila, de sucesión, o de amor oscuro. La rima la tiene el cinco, pero ojo con el once. Así que el Bernabéu, «desatao», se convirtió en discoteca esperando a los jugadores. Una fiesta como la de Lisboa. La gente del Madrid, entiéndase sin forofismos, cantar cantar sólo canta bien el «Campeones».

El presentador fue Miki Nadal (¡la Sexta no, la Undécima!), que ya tenía experiencia y lo hizo bien. Pero en algunos momentos eso era una orgía de ordinalidad. Uno, dos, tres... así hasta once. Y otra vez. Uno, dos, tres... Parecía el Barrio Sésamo y Nadal el Conde Draco, que siempre salía contando.

Primero hablaron los tímidos. Modric, Kroos y la facción franchute. El que más, Zidane, que encandila a la afición. Ha ganado la Champions para los madridistas, pero también para los tímidos del mundo. Zizu con acento en la i, como Ramos lo rebautizó españolizándolo y desfrancesándolo absolutamente, inventó un «Hala Madrid» que no habíamos escuchado. Un «Hala Madrid» comedido y casi interrogativo.


Kroos reconoció no saber mucho español, «pero sí pocomuy importante halamadrid».

«Yo sí tenía ganas de hablar», dijo Cristiano al coger su micro. «Orgulloso de vestir esta camiseta blanca que me queda de puta madre». Cristiano cantó, y cantó algo antiguo y que le pega el «Así, así gana el Madrid», que mezcló genialmente con su hercúleo sí de titán: «Asíiiiiiiiiii».

Cristiano, fíjense bien, cuando se quita la camiseta asoma un torso que tan definido está que ya tiene hasta expresión. Es una cara de Bélmez.

Otra mezcla fue la nueva versión del Himno de la Décima a cargo de Plácido Domingo. La placidización (tendencia irresistible) de ese himno en realidad fusionaba musicalmente los dos florentinismos ultrakitsch.

Arbeloa se acordó de Piqué, y Keylor de Dios. Marcelo recordó que ha pasado una década ya y se emocionó. ¿No es Marcelo también una mezcla de Gordillo y Roberto Carlos?

Danilo, era natural, se puso un pelín pelota con la afición, y Casemiro puso el brazo en jarra como jotero del tackling y fue ovacionado con estatus nuevo de estrella. James se quedó a media ovación. Los meses han pasado un pelín de factura. Y Ramos dijo que Zidane les hizo «volver a creer», robándole. insaciable, la frase al rival. Se puso de rodillas y se inclinó hacia la Copa en un claro acto de idolatría. Nacho, siempre cumplidor, comodín, incluso se acordó del Castilla y de Rubén Yáñez. Nacho es un Arbeloa sin actividad tuitera, pero tiene madera.


Los jugadores bajaron al césped con los churumbeles (Cristiano, padrazo, con su mini-yo) y acabaron dando vueltas al campo alrededor de la gran caja negra.

Todo lo cerró (el acto, el día, el año) el himno antiguo del Madrid. Las mocitas. Con esos notas finales, chan, chan, chan, que son su colofón clasicón, chuleta y ligero y que suenan como tres movimientos del puro eterno de Bernabéu.

Fuente: ABC